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jueves, 10 de abril de 2014


Siempre he sido una chica poco común. Mi madre me dijo que tenía un alma camaleónica. Sin brújula moral que apunta hacia el norte, sin personalidad fija. Sólo una indecisión interior, que era tan ancha y tan vacilante como el océano. Y si dijera que no tenia intención de convertirme de esta manera estaría mintiendo. Porque yo nací para ser otra mujer. Tal vez fuera porque yo no pertenecía a nadie. Puede que también fuera quien pertenecía a todos, quien no tenía nada. O quizás quien quería todo por cada experiencia. O solamente tenia una obsesión con la libertad, quien me llego a aterrorizar hasta el punto de que ni siquiera podía hablar y me empujó hacia un punto nómada de locura que me deslumbró y me mareó.

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