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sábado, 2 de marzo de 2013

La ciudad siempre fue inmensa para mi, esos ruidos de los coches que intentan abrirse paso entre otros por esas prisas inexplicables de llegar primero a todos los sitios, esas calles infinitas en las que la gente deja en la memoria momentos inolvidables, esos parques en medio de ella donde te perderías una y otra vez, esos gigantes edificios que hacen sentir a una la mas minúscula de las partículas, unas jóvenes con esos tacones hasta el infinito y esas ganas de romper la pista bailando y volver a casa cuando el sol ya se encuentre en su respectivo puesto, un tiempo que quieras o no acabara influyendo en tu estado de animo: triste o feliz. Nunca entendí esas ganas por apartarse del mundo por vivir en el campo.
¿Acaso nadie ha querido vivir jamás en la ciudad que nunca duerme?




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